viernes, 23 de septiembre de 2011

Vaivén del silencio

Nunca pensé que una caminata cuyo unico fin era desentumecer esos músculos ateridos y faltos de energia y motivación, me diera tantos temas de los que hablar, ni tantos motivos por los que agradecer a la vida, al destino, a lo que sea, tener la vida que tengo. Pero no es momento de rozar la vena lacrimógena, siento que debo contar lo que vi, y expresar con palabras sencillas, sin artifícios, lo que sentí. Una tarde bochornosa, con viento agradecido, emprendí la caminata que tiempo atrás, había postergado rendida a mi dejadez fisica y moral. La cuesta, fría e insultantemente independiente, dibujaba una serpiente de dolor y sacrificio que, por mis narices, subiría.
Hombre, si subiría. Cuando asfixiada y sudorosa, tomo la curva , a lo lejos , solitarias, dos mujeres. Nada inusual en un mundo donde a las mujeres no nos importa ir juntas a muchos sitios, pero  me llamaba la atención.
Allí estaban, una mirando al horizonte, la otra apoyaba su espalda en el costado de la otra.
Una joven , la otra mayor.  A simple vista , una madre y una hija, que reposan al fresco de la tarde, la caminata, que como yo, iniciaban o acababan. 
La distancia, que muchas veces nos ayuda a clarificar las cosas, en este caso desenfocaba la realidad que minutos después pasaría delante de mis ojos, como un escaparate vacío, solo ocupado por enseres fuera de temporada.
Cuánto más me acercaba, mas me dolía, mas sentía, el dolor de la imagen. Una, ausente, de unos 30 y poco, con las piernas sobre el reposabrazo del banco, se balanceaba una y otra vez, con la mirada perdida. Otra, mayor, con el color casi ausente del cabello. Éste recogido en una coleta nada coqueta, era como el apéndice final de algo ajado, sin color, sin pasión. Una, la hija, especial. La otra, madre, resignada, apagada, dolorida, cansada.
Aquella imagen, me impactó durante mucho tiempo, miles de preguntas, agolparon mi mente: sabrá algún día esa hija el sacrifico de su madre; conocerá la razón de su mirada vacía; sabrán los que pasamos a su lado, con nuestras ajenas vidas, lo cansada que está.
Aquel banco, me mostró la imagen de la soledad, del cansancio, de la devoción no remunerada, de la vida dedicada a otra persona. 
En aquel banco, no había vida, era todo gris. Cuánta tristeza, cuanto vacio.

Ella miraba sus pies, pregunándose , a dónde la hubieran llevado de no ser  por...
Ella miraba al frente, no ve, no hay espacio para nada, está resignada y lo sabe, lo nota, lo notan.
Ella mira a la gente, que concentrada en sus kilos y su música , placebo de todos los males, pasan ante ella con sus vidas ajenas. Se pregunta muchas veces, si ella no hubiera...; si ella hubiera ...., pero el vaivén de su hija, que nunca ha sido consciente de lo qué significa en su vida, la saca de ese mundo que nunca será suyo.
Seguirá yendo todas las tardes, a sentarse en ese banco triste y gris, de espaldas a los coches,  de frente a la gente ajena , para contemplar las vidas que hubieran sido de ella, pero no lo son .
Continuo mi caminata, siendo consciente que por un momento ellas han ocupado mi mente y no los traidores kilos, que cual ladrones se esconden detras de algún músculo, esperando devorar tu autoestima.

Publicado por: El Secreter.

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