
Maestro atípico del arte de lo invisible, que hizo posible, que la noche se volviera más enigmáticamente interesante. Lo mismo te hacia darle vueltas al misterio del truco del almendruco, que te recitaba a Calderón de la Barca. De la misma manera que barajaba las cartas ¡OJO! Con una sola mano, contaba un micro relato, que te hacia morir de risa.
Una sola mano. Un solo juego de cartas. Una sola intención, entretener a un publico que, habían venido a la isla solo para verlo. ¡Un amor de hombre! Culto, educado, inteligente, interesante, intuitivo. ¡Vamos! lo que mi madre llamaría, un mirlo blanco, que miren ustedes por donde, nunca saco de su chistera. Admirable hombre octogenario que ha día de hoy, sigue viviendo de la ilusión. Y es que, como el mismo dice… amigo mío ¡Hay gente pa to!…
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