Imagínense que les acaban de regalar una caja de bombones, pero no una vulgar y corriente, ésta es del genuino manjar de los dioses, que dirían los mexicanos.
A la entrega del regalo, ya es posible percibir el hechizo del cacao.Envuelta la caja en un delicado y fino papel (decorada tan solo con un elemento externo, una mini etiqueta donde se puede leer “felicidades”) Llega hasta sus manos, una ofrenda imprevista.
-Gracias- Dice el agraciado que recibe el presente
-De nada. Sé que te va a gustar- Contesta la visita.
Así me sentí, cuando terminé de leer “Nada del otro mundo” del ya asiduo en este blog, Antonio Muñoz Molina.
Este libro, que por cierto acaban de reeditar, está lleno de pequeños bombones bañados en suculentos misterios, donde lo mejor aparece al final, como en los buenos manjares.
Desenvolví el primero de los dulces, ceñido en pulcro celofán brillante.
Se preveía que su sabor sería óptimo en cualquier boca. Un primer mordisco, me regalaba la intuición de saber cuál sería su componente mágico. Masticaba las letras sin sorpresas aparentes.
La pasta amorfa huía hasta el paladar y ya engullida, me dio la oportunidad de adivinar que no era un típico relleno de buen comer.La gota de nata se soldó a la campanilla y… ¡OH! ¡Sorpresa! el bombón no era exclusivamente de un sabor, tenía obsequio en su corazón.
Esta recopilación de 12 relatos es como una caja de bombones. Son como 12 misterios donde el autor, le va quitando poco a poco el embalaje, descubriéndole al lector, el misterio de la receta, el secreto del chef. Aquello era algo más que un relato bien cocinado. Fabulosa forma de mantener la expectación hasta llegar a un final, inesperado.
Fórmula bruja de Molina, que una vez más, ha conquistado los estantes de mi casa.
Mar Benítez
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