El santo más sabroso
Existe un libro de cocina canaria, que dice, que el santo más apetecible es el “Sancocho”. Plato, que sirve como alternativa a los viernes santos, día en el que no se puede comer carne según La Santa Madre Iglesia.
¡Pues que me disculpe la señora! pero la elección de comer carne ó no, es una alternativa que solo la puede discutir, el comensal.
De hecho, contaré una pequeña anécdota familiar.
De niña, esta que les escribe, pasó la infancia bajo las faldas (si se las puede llamar así) de las monjas.
Se cansaban de inculcarnos que no se podía comer carne en esas fechas, y yo, solo por rebeldía, por llevarles la contraria, me lanzaba a la nevera en busca de una loncha de jamón york. A punto estuve de presentarme en la oficina de la madre superiora y sacarle la lengua con el jamón ya masticado.
Mi imagen quedaría como lo peor, pero en cambio, que a gusto me hubiera sentido si lo hubiera hecho. ¿Se lo imaginan?
-Made zupedioda, mide lo que tengo en la dengua…
De la hostia, seguro que no me hubiera librado, me refiero a la galleta, la que se pega en el paladar, aunque bien mirado, en cualquiera de sus formatos, me la hubiera ganado.
El Sancocho, que es a lo que me ha traído hasta el ordenador, es una súper comida, súper canaria, y súper familiar. A mí, mucho tilín no me hace, pero la respeto con todo el amor que siento por mi tierra, que ya les digo, es mucho. Tampoco es que mate por un plato de “Sancocho” pero eso no quiere decir que no lo aprecie.
Se hace en plan comuna, para un “rancho” de gente. Mogollón de personas en la cocina.
Discusiones interminables, por ver a quién le sale mejor el pescado. Porque esa es otra. Que si yo dejo el pescado salado toda la noche en salmuera, que si yo no te lo quería decir, pero el año pasado te salió un poco salado, y me calcule que era por eso, por que lo dejaste muchas horas con la sal. Que si las papas las traje de la finca de San Mateo, que son mejores que las tuyas, no te ofendas, no es por nada pero se nota la tierra del norte es distinta. Que no le pongas el cilantro ahora, deja que se guise el pescado…
Y así, hasta el día siguiente, no hasta la hora del almuerzo, ¡no que va! ¡Hasta el día siguiente!
Con razón lo llaman San- Cocho, el pobre hombre, lo que tiene que aguantar. Santo varón.
Este suculento y llamativo plato (por que llamativo lo es y un rato) se sirve acompañado de una buena pella de gofio ¡cosa más rica! eso si que me encanta. Papas sancochadas, que para el que no lo entienda, papas guisadas y de un tamaño grandito a ser posible. Mojito cilantro y del rojo, para el que quiera mojar las viandas. Y el caldo del pescado, fruto de la cocción de este último. Pan de puño, obra y gracia de los panaderos de estas tierras. Que no digo que el de otras provincias no sea de gran valor, pero… ¿cuántos panes conocen ustedes que se les llamen así? Y lo que es más curioso ¿Por qué se los llama de esta forma?
¡A buscar en las wikipedias! No se los voy a dar todo hecho.
Luego van apareciendo cosas extras como, ensalada, croquetas varias, papas fritas, y comidas foráneas, ricas también, pero que no cazan con el perfume embriagador del cherne que hay que ver o mejor dicho, hay que oler, como te deja la casa de aromatizada con el dichoso animal acuático. Estás una semana preparándolo y otra limpiando. Como te trinque el olor a marisma, no te suelta en varios días. Es como si estuvieras comiendo en la orilla del mar, que bien mirado, su lado romántico lo tiene.
Ese día, el día santo con comida de nombre religioso, es una fiesta. Aquí comer Sancocho, es sinónimo de celebraciones. Da igual lo que festejes, lo importante es cumplir el cometido, que la iglesia no se enfade, reventarte la tripa y que todo esto, se haga en familia.
Mar Benítez
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