jueves, 12 de julio de 2012

1º Premio del I Certamen Literario El Secreter


J. Arenas (Eugenia Sánchez)
Vivir en la oscuridad

─ ¿Qué quieres que te cuente de aquella noche? ─preguntó la mujer, pasando un dedo sobre el borde de su taza. El café se había enfriado hacía un buen rato, igual que la conversación, y el joven junto a ella volvía a sacar el tema por enésima vez en su vida.

─ Cuéntame ─volvió a pedir él, mirándola con intensidad. Las pasiones bullían en él como un volcán en continua actividad. A veces, desde su apatía contemplativa, la mujer lo observaba preguntándose qué milagro lo había convertido en ese hombre hermoso y vibrante, a él, fruto de su vientre mancillado y herido.

El silencio se sentó con ellos a la mesa, pasando su mirada blanca sobre los restos de comida, las migajas de pan, los vasos vacíos y el aroma del café aún flotando en la estancia.

Ambos sabían que ella iba a hablar, porque una fuerza inexplicable nacía en sus entrañas arrastrándola hacía aquel momento de su vida y liberándola mediante el pago de las palabras. Durante años larguísimos había cargado con el silencio como si fuera la única penitente de este mundo, regando el suelo de lágrimas nocturnas, llagando su corazón con el fuego de la ira y el temor. El tiempo le enseñó a hablar. Le mostró que era más fácil atravesar las barreras de la vida liberándose de la mochila del dolor por pocos minutos. Y ella dejaba caer sus palabras entrecortadas en los oídos de todos aquellos dispuestos a escucharla.

Allí estaba él, como siempre, pidiéndole que hablara. Respiró hondo y se materializó en aquella hora funesta, en aquella noche terrible que la acompañaría siempre.

─ Era 24 de mayo ─dijo, con voz rasposa─. Habíamos comido lasaña y yo estaba lavando los platos. Desde la sala llegaba el ruido y las risas de la televisión, mientras que del otro lado de la ventana todo estaba tan silencioso… He llegado a sentir pánico de esos silencios prolongados. Como en aquella noche, no suelen presagiar nada bueno.

El joven miraba el rostro en blanco de la mujer, sintiendo la mano del miedo apretar su corazón. Siempre que la veía así, año tras año, sentía que había más cosas que temer en este mundo que la que él o ella llegarían a conocer jamás. Y ese sentimiento más de una vez lo inmovilizó, matando algo sus sueños.

─ La caldera comenzó a silbar ─continuaba la mujer─, así que volteé para apagar la hornalla, cuando un golpe tremendo sonó en la sala y, a través de la sorpresa y el miedo, me di cuenta de que lo que escuchaba era el sonido de la madera al quebrarse, y de vidrios… porque también habían roto las ventanas. Parecía una explosión, sólo que no había bomba, sólo decenas de hombres oscuros entrando desde todas partes, como un río que se desborda y arrasa con todo.

"Lo hicieron, ellos… Ellos arrasaron con todo. Destrozaron la casa, y me tiraron al suelo antes de que pudiera hacer mucho más. Los vidrios y las astillas de madera atravesaban mi piel, débiles armas contaminadas por la violencia de la noche. Mi vientre, crecido por la vida que resguardaba, se aplastaba bajo el peso de una suela de bota que alguien no tuvo reparos en presionar contra mi espalda.

"No fue como pasó con mis primos, o con Marianita y su esposo, Raúl. No, no se llevaron a nadie esa noche. Allí mismo, bajo la luz amarilla de las bombillas y el sonido de risas de la televisión, molieron a golpes al único hombre que he querido, al único padre que tendrás. Vi caer las porras y los culetazos de las armas incontables veces. Decenas de pies impactaron contra su cuerpo y su cabeza. Se movía espasmódicamente, sangrando desde mil heridas diferentes, y gritaba, gritábamos ambos porque aquello era espantoso y no lo merecíamos. Entonces, cuando se quedó quieto y se cansaron de golpearlo, lo arrastraron por la puerta y se lo llevaron para siempre, dejándome sola en aquella sala destrozada donde toda mi vida acababa de terminar.

Él quiso decirle que aún tenía a su hijo para luchar, un motivo para vivir y buscar la felicidad. Pero los años habían pasado inflexibles dentro de aquella burbuja atemporal de oscuridad, y ella nunca lo había sentido así. Ahora, quizás, era demasiado tarde para todo.


Seudónimo: J. Arenas.

5 comentarios:

  1. Fuerte y Real Maga y que bien narrado!!
    Felicitaciones nena, te lo merecés!!

    Besos

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  2. Gracias a ti!! Saludos y nos pasaremos a verte por tu blog.
    Abrazos miles....
    Fátima

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  3. No se si los demás textos a concurso eran igual de buenos, pero este es desgarrador, por un momento olvidé que estaba leyendo en una pantalla, que el café se me enfriaba y que mis ventanas estaban intactas, entré de lleno en el relato sin apenas pretenderlo.
    Para mi ha sido fascinante, Felicidades a la autora y a ustedes por tener el buen criterio de elegirla.
    Un saludo
    mJose
    http://loquinaria.blogspot.com.es/
    http://lateliertallerescreativos.blogspot.com.es/

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  4. Es un relato intenso y muy bien narrado. Desde lo cotidiano pasa bruscamente a lo surrealista de una violencia sin sentido que solo entienden aquellos que lo han vivido en primera persona, pero que aquí Maga nos acerca escalofriantemente con su maestría.
    Saludos y muchas felicidades.
    ibso

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