Fotografía: Eduard Zentshik |
Es bonita la palabra. SA-FARRRRRRRRR-SEEEE.
Sonora, expresiva, graciosa...
Es una de esas palabras donde es necesario el lenguaje corporal. Sobre todo si se lo estás diciendo a un gato.
-¡Safate de ahííííí demonio de gato!-
-¡Salte pa fuera granuja!
No es que Lucifer se reencarne en los gatos de color negro, al que por una estúpida creencia popular, al pobre, le ha tocado cargar con una mala fama que no la merece. No se trata de eso. Es algo más sencillo.
"Safarse" se les dice a todos los gatos, sea cual sea su color sin discriminación alguna.
Imagínense que están repoblando el jardín, con unas Dalias Pompones variedad "Kaspárek" la mar de bonitas. Hermosas. Coloridas. Tiernas en su verde tallo y deslumbrantes en el tinte de su redonda cabeza.
Somos felices cuando conseguimos crear belleza de tan alto calibre.
¿A qué sí? A que se nos cae la baba, cuando conseguimos restaurar lo que estaba abocado a convertirse, en el lado más oscuro de la casa.
Y hasta nos preguntamos… ¿Y eso lo he hecho yo solito?...
Pero la felicidad dura poco. En este caso, solo dura lo que tarda en llegar el minino, con sus flexibles patas, a escarbar la tierra que blandita y perfumada, le invita a depositar justo ahí, donde las Dalias, el pequeño montón de estiércol felino, que no por estiércol es malo, si no por el alto porcentaje de PH que asfixia a la más botánica del parterre.
"Safarse" es liberarse de una obligación o molestia. Rehuir, esquivar, evitar, negarse, escaparse. Salir por patas antes de que te caiga encima un escobazo.
De esta manera y no de otra, es como comenzó el lenguaje humano a interactuar con el de los animales. A golpe de cepillo.
Y continuamos teniendo mala relación con la fauna, dentro y fuera de nuestros jardines.
No hay caso. "Safarse" sigue siendo un grito de guerra para las personas, de la misma manera que el séptimo de caballería gritaba…¡¡ A LA CAAAARRRRRRRRRRGAAAAAAAAAAAA!!
Mar Benítez
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