El teatro, ese arte catártico que envuelve cada espacio, minuto y segundo; ese arte que engalana cualquier estancia; que engrandece cualquier sentimiento, se hace grande en La Casa de la Portera. Cuando hablo de teatro, me vuelvo exagerada, melancólica y un poco sobre actuada. Siempre me ha gustado el teatro y debo decir, que aunque antes todo me parecía fascinante, me he vuelto crítica y solo me fió de mis primeras impresiones. Había conocido La casa de la portera a través de facebook y ,de alguna noticia, en televisón. ¡Qué pasada! teatro en casa. En estos tiempo de crisis, de cambios, transformación obligada por otros que la imponen, la gente hace cosas nuevas. Y me gustaba. En una de esas oportunidades que tuve de ir a Madrid, no me lo pensé. Desde Gran Canaria había reservado un monólogo, me daba igual lo que fuera a ver, quería saber que sensación se experimentaba en un espacio nuevo. El calor en Madrid, qué raro en pleno mes de junio, hacía que las calles se convirtieran en plenas selvas con una aridez, que hacía que mi piel se resquebrajara y las calles ardieran. A cada 5 minutos, sacaba el mapa, para saber si estaba en la dirección correcta. "Atocha, bajo. Ahora sigo por ....la calle Magdalena y llego a Tirso de Molina. Ya estoy pérdida. No, espera. aquí está Calle Mesón de paredes. Primera. Segunda. Tercera. Aquí está , cuarta calle a la derecha." Nadie, no se ve a un alma. Calle Abades , número 24. Un portal agotado, exhausto, y ,en él ,un timbre con el logo de La Casa de la Portera.
Recargada pero auténtica. Poco iluminada, pero con encanto y locura. La casa de la portera daba muy buenas vibraciones, apenas recorres el pasillo. Papel pintado en las paredes, colores estridentes, y figuras que recuerdan que ,allí, ocurren cosas fuera de lo normal.
Nerea Moreno en el monólogo |
Sentí el ejercicio de interpretar en mis poros, en mis venas. Sentía su dolor, como si la protagonista fuera yo. Sentía su agotamiento, su pesar, su pasión. La sentía, la olía. Es una experiencia impagable, por muchas razones, pero quizá la mas fuerte es que no hay trampa, no hay atrezzo, es el actor y el espectador, en un mismo rin, en un mismo espacio.
En ese mismo espacio, uno sabe si el texto y el actor llegan y cuando no. Mínimo espacio para el error, y mucho para la interpretación de lujo.
Debo decir que ha sido una experiencia maravillosa, no solo por el espacio, sino por la calidad del texto y, porque una vez mas, se cumple aquella máxima de "quien quiere puede".
Queremos arte genuino y aquí lo podemos encontrar. Queremos que los verdaderos trabajadores del teatro, esos que curran en la sombra tengan su sitio en los teatros, pues aquí lo tenemos.
Lo que tengo claro es que no todo el mundo tiene cabida en La Casa de la Portera. No se equivoquen , no soy clasista, soy realista. Solo los mejores, los que son animales de teatro, que se dejan el alma para y por el espectador y el personaje, triunfarán en el micromundo de La Casa de la Portera.
Queremos arte genuino y aquí lo podemos encontrar. Queremos que los verdaderos trabajadores del teatro, esos que curran en la sombra tengan su sitio en los teatros, pues aquí lo tenemos.
Lo que tengo claro es que no todo el mundo tiene cabida en La Casa de la Portera. No se equivoquen , no soy clasista, soy realista. Solo los mejores, los que son animales de teatro, que se dejan el alma para y por el espectador y el personaje, triunfarán en el micromundo de La Casa de la Portera.
Solo tengo palabras de agradecimiento por haberme dado la oportunidad de gozar del teatro sin artificios, sin maquillaje.
Esto si que es PURO TEATRO.
Esto si que es PURO TEATRO.
José Martret y Alberto Puraenvidia de La Casa de la Portera |
Habitación roja (La Casa de la Portera) |
Entrada (La Casa de la Portera) |
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