jueves, 24 de octubre de 2013

Relato en tres escenas

MININO EN EL ALFÉIZAR

Se encontraba ahí, en el alféizar de la ventana, esperando la noche, observando los últimos rayos de sol que se alejan y al mismo tiempo lo arrullan; cierra los ojos, cabecea de vez en cuando, mientras la luz, gradualmente se extingue, se aleja.
El minino se lame las patas y después el rostro, bosteza, abre su feroz hocico y luego deja caer su cabeza sobre sus patas, se hace un ovillo, da un suspiro profundo y por fin se duerme. 
Ha pasado todo el día vagando.


PASTEL DE MERENGUE

Víctor disponía una mesa con arreglos románticos, lo típico: un par de velas, un florero con rosas rojas, una selección de carnes finas, crema de nuez, y de postre, un pastel de merengue, el favorito de Nancy.
Víctor había conocido a Nancy en una casa de citas; para él era su primera experiencia y tenía 23 años, ella apenas tenía 20 y 6 años en el negocio del sexo, había padecido 10 enfermedades de transmisión sexual y había utilizado pañales para bebé por capricho de un cliente. Era muy bella, a pesar de sus años, aún tenía una mirada inocente y voz infantil, su cuerpo era pequeño, delgado y bello.
Víctor había asistido a ese recinto por causa de sus amigos; querían divertirse, y para él, primerizo en el sexo, los encantos de Nancy lo enamoraron. La visitó a diario, pero no hacían más que conversar, y un día, la invitó a salir; ella le prometió que estaría allí, y Víctor dispuso todo para la ocasión. Por supuesto nunca llegó. La esperó hasta las 10:00 pm, momento en que las velas se consumieron, y la comida, entonces, estaba helada.


NOCHE

Las nubes habían ocultado la luna, y la noche era tan oscura que provocaba miedo. El interior de la casa había quedado completamente en penumbras, como el corazón de Nancy.
El gato maulló desde afuera, y Víctor fue a la ventana; allí estaba, despertando del largo sueño, estirándose, bostezando. Apenas estiró su mano, el gato se acercó a él, y lo acarició.
Víctor suspiró, fue un suspiro largo y doloroso; el gato maulló una vez más, como sintiendo empatía por su amigo, luego volvió a echarse sobre el alféizar, bajo el brazo de Víctor.
De pronto, una débil luz comenzó a iluminar el callejón; tanto Víctor como el gato levantaron el rostro, y descubrieron a la luna liberándose de las nubes, y a continuación la luz; la luz que iluminaba la noche.

                                                                                                                 Jorge Hassel

*Relato presentado al II Certamen Literario El Secreter 

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