MININO
EN EL ALFÉIZAR
Se
encontraba ahí, en el alféizar de la ventana, esperando la noche,
observando los últimos rayos de sol que se alejan y al mismo tiempo
lo arrullan; cierra los ojos, cabecea de vez en cuando, mientras la
luz, gradualmente se extingue, se aleja.
El
minino se lame las patas y después el rostro, bosteza, abre su feroz
hocico y luego deja caer su cabeza sobre sus patas, se hace un
ovillo, da un suspiro profundo y por fin se duerme.
Ha pasado todo el
día vagando.
PASTEL
DE MERENGUE
Víctor
disponía una mesa con arreglos románticos, lo típico: un par de
velas, un florero con rosas rojas, una selección de carnes finas,
crema de nuez, y de postre, un pastel de merengue, el favorito de
Nancy.
Víctor
había conocido a Nancy en una casa de citas; para él era su primera
experiencia y tenía 23 años, ella apenas tenía 20 y 6 años en el
negocio del sexo, había padecido 10 enfermedades de transmisión
sexual y había utilizado pañales para bebé por capricho de un
cliente. Era muy bella, a pesar de sus años, aún tenía una mirada
inocente y voz infantil, su cuerpo era pequeño, delgado y bello.
Víctor
había asistido a ese recinto por causa de sus amigos; querían
divertirse, y para él, primerizo en el sexo, los encantos de Nancy
lo enamoraron. La visitó a diario, pero no hacían más que
conversar, y un día, la invitó a salir; ella le prometió que
estaría allí, y Víctor dispuso todo para la ocasión. Por supuesto
nunca llegó. La esperó hasta las 10:00 pm, momento en que las velas
se consumieron, y la comida, entonces, estaba helada.
Las
nubes habían ocultado la luna, y la noche era tan oscura que
provocaba miedo. El interior de la casa había quedado completamente
en penumbras, como el corazón de Nancy.
El
gato maulló desde afuera, y Víctor fue a la ventana; allí estaba,
despertando del largo sueño, estirándose, bostezando. Apenas estiró
su mano, el gato se acercó a él, y lo acarició.
Víctor
suspiró, fue un suspiro largo y doloroso; el gato maulló una vez
más, como sintiendo empatía por su amigo, luego volvió a echarse
sobre el alféizar, bajo el brazo de Víctor.
De
pronto, una débil luz comenzó a iluminar el callejón; tanto Víctor
como el gato levantaron el rostro, y descubrieron a la luna
liberándose de las nubes, y a continuación la luz; la luz que
iluminaba la noche.
Jorge
Hassel
*Relato presentado al II Certamen Literario El Secreter
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