En 1985, Pedro Ayres Magalhaes y Rodrigo Leao, deciden formar un grupo de música portuguesa, sin necesidad de tener que recurrir al fado. Más tarde se une a la reunión cadenciosa, Gabriel, experto en acordeón y Francisco Ribeiro, violonchelista, que a su vez, posee una gran capacidad vocal.
Después de mucho lucubrar, llegan a la conclusión de que al grupo le falta chispa, no encontraban la voz que se adaptase, a las necesidades de la recién estrenada formación musical.
Un día, descansando en una taberna del Barrio Alto, escucharon al alma del grupo. Una joven de diecisiete años llamada Teresa Salgueiro, que cantaba fados por puro placer.
El nombre del grupo viene, porque ensayaban en el Teatro Ibérico, al lado del Convento MadreDeus, y cuando la gente decía:
-Llevame a MadreDeus
O también…
-Vamos a ver a MadreDeus
Haciendo referencia al convento, no al grupo, con lo cual, no le resultó difícil bautizarse con el claustro.
Saltaron muchas fronteras, y los éxitos no tardaron en llegar y de todos lados, tanto de Latinoamérica como de Europa.
Uno de sus trabajos más reconocidos fue “O Paraíso”.
No se podían quejar. Por fin estaban haciendo el tipo de música que querían, sin necesidad de tener que olvidar por completo sus raíces.
Teresa, estuvo con el grupo desde 1987 hasta el 2007. Fue entonces cuando decidió comenzar su andadura musical en solitario, cosechando también por su parte, elogios y triunfos.
El grupo, inició de nuevo la búsqueda de una voz tan cualificada como la que habían perdido. Ardua tarea, ya que los resultados no fueron del todo positivos. Después de aquello, les perdí la pista.
Aprovecho la ocasión, ¡qué mejor sitio que en la red! Para que alguien me dé indicios, de qué esta gente sigue haciendo música para templar los oídos, y letras para besar el espíritu.
Esperando me quedo, a que La Madre de Dios, no se haya quedado dormida, entre los carrileiros eléctricos y La Torre de Belên siga recogiendo los rizos de las olas.
María del Mar Santana Benítez
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