lunes, 5 de septiembre de 2011

Y el Secreter es para .... El Baño del Papa



Película uruguaya , dirigida por César Charlone y Enrique Fernández.

Esperaba mi turno pacientemente en la cola de la taquilla.
Delante de mí, tres señoras sexagenarias, jugando a estar en buena situación, con sus rebequitas de entretiempo y en perle, escrupulosamente dobladas sobre sus antebrazos, oliendo a naftalina y con el lóbulo decorado con idénticas perlas para todas ellas, discutían enzarzadas, qué película deberían ver.

-Esa ya la vimos la semana pasada

-Elijan ustedes, a mí me da igual, una cualquiera.

-La del Papa tiene que estar bonita… (Me auguraron su pasión por Cristo)

Ante tanta indecisión, y yo, que ya había visto “El baño del Papa” me adelanté a la jugada.
Con educación, saber estar, una actuación impecable y mucho cinismo, interrumpí el diálogo que las mantenía unidas.
-Buenas tardes, si me permiten que las aconseje, yo les diría que fueran a ver “El baño del Papa”. Es una película muy bonita. Habla de la visita que Juan Pablo II realizó en señal de buena esperanza, para los pueblos más pobres y desestabilizados de Latinoamérica. Es una film de carácter histórico y muy recomendable para todos los cristianos de buena fe.
-¡Pues nos ha convencido señorita! Muchas gracias, es usted muy amable...

Supongo que cuando terminó la película, no opinarían lo mismo de mí.

En el año 1988 Melo (que en este caso es el nombre propio de una localidad de Uruguay en la frontera con Brasil) esperaba la visita del Papa Juan Pablo II.
Con una población muy pobre, ranchitos mugrientos en todas sus calles, los habitantes de Melo, comenzaron a darle vueltas a la cabeza, planificando estrategias para aprovechar tan rico evento y así, sacar un poco de dinero que buena falta les hacía.
Y se pusieron todos a calcular:

-Llegarán 100 personas, o miles. La prensa dice que 50.000…

-Esto supondría un negocio seguro. Querrán comer, beber, comprarán banderitas y toda clase de souvenir…

Melo, se desbordó con el entusiasmo.  No era la bendición divina lo que esperaban conseguir con aquella ilustre visita, tan solo esperaban una pequeña parte de la felicidad material.

Beto, un contrabandista de poca monta, se sienta a pensar…

-Todos están comprando lo mismo para ofrecer a los feligreses.
Que si pan, que si salchichas, chorizos, banderas, medallas…
¡Yo, puedo ofrecer algo distinto! ¡Haré el mejor de todos los negocios!
¡Construiré un baño!


Mientras los pobres de Melo se endeudaban con los bancos, pidiendo créditos para poder montar sus pequeños chiringuitos papales, Beto se dirigió a la frontera para comprar un inodoro de contrabando.
Mientras caminaba, no dejaba de cavilar con la idea de que el sí se iba a poner rico con su fabuloso proyecto, recoger desechos humanos.

-¡Siiii! Buena idea la mía. Me haré rico con la mierda de los peregrinos.

Pero Beto se mete en un lió.
Agota la paciencia de su mujer y desilusiona a su hija, utilizando las pocas ganancias que habían ahorrado con mucho sacrificio, lavando y planchando ropa ajena y que estaba destinado al sueño de la niña, que quería ser locutora de radio, empleando ese dinero en la compra de un water.

Él, también va perdiendo sus ilusiones en el camino de la frontera. Ya no podrá comprase un velomotor, que era su sueño, y además de eso, también perderá su bien más preciado, su desencajada bicicleta.

El desenlace de la historia, no lo contaré, ya saben, para que ustedes se animen a ver con sus propios ojos, como terminó la visita del Pontífice y que por cierto, está basada en un hecho real.
Esta excursión de los del Vaticano al Uruguay fue real, y sus efectos secundarios, también.
Aquella visita, que tanto la prensa local como las autoridades de la zona, alentaron con falsas esperanzas a sus ciudadanos, fue bautizada como “El milagro de Melo”
Un verdadero milagro sería que los que tienen tesoros como los de la Santa Sede, compartieran mesa y mantel con los del Cuerno de África. Difícil tarea para los que se flagelan a golpe de pecho.

Por ese motivo, o como dice la iglesia, porque es justo y necesario entregaremos el Secreter de Oro, al mejor guión adaptado de la vida misma al celuloide, a la película “El baño del Papa” por mostrarnos la delgada línea que existe entre la hipocresía y la falsedad.



María del Mar Benítez 





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