sábado, 22 de octubre de 2011

Kilometro 0

La mayoría de los viandantes no reparan en él, y es una lastima.
En Midtown Nueva York, alberga en una de sus calles, concretamente en la 53, cerca del 5º Avenida y de San Patricio, 5 trozos del Muro de Berlín.
Por otro lado, este, no es el único lugar en los EE.UU, donde podemos encontrar pedazos de la triste historia alemana.
En el Newmuseum, en la Avenida de Pennsylvania en Washington, se exponen la mayor colección de trozos de este muro, que se encuentren fuera de Berlín.
Pero no queda hay la cosa. Ronald Reagan, que por cierto, no tuvo que pagar su pedazo de hormigón, también fue galardonado con uno de estos trozos, ya que el gobierno alemán quiso así, hacerle un reconocimiento público por convatir al comunismo. también gozo de los grafitis tatuados en estas piedras, y que nunca sabremos si eran de su gusto o no.
Hartmut Jahn, fotógrafo de profesión, se propuso averiguar donde y en que estado se encontraban los restos de muro que el gobierno alemán, vendió sin ningún tipo de pudor.
A parte de fotografiar al ya mencionado Reagan, descubrió otros lugares donde era extraño encontrar pedacitos de la historia alemana. Como por ejemplo, en el Vaticano, lugares exótico como pudiera ser un jardín Zen en Japón y en una residencia privada en Ibiza, donde el empresario alemán Olaf Stölt, supo adaptar las esculturas en su bonito chalet, como testigo histórico para los residentes de la isla.
Esta documentación gráfica se pueden ver en el Ministerio del Exterior Alemán, acompañadas de las respectivas entrevistas hechas a los «nuevos propietarios».
81 bloques especialmente atractivos por sus grafitis se subastaron en 1990 en Montecarlo, con un precio de unos 5.000 euros - 9.000 dólares de hoy.
La mayoría de los fragmentos, están en los Estados Unidos: aparte de los ya mencionado anteriormente, también se pueden ver en, el Museo del Muro - Archivo de la Guerra Fría de Los Ángeles, o en la Biblioteca y Museo presidencial Franklin D.Roosevelt, entre otros sitios.
Edwina Sandys, escultora y nieta de Winston Churchill, conserva uno de los bloques en el Westminster College de Missouri, donde en 1946 su abuelo acuñó, en un discurso sobre la expansión del comunismo, la célebre expresión «cortina de hierro».
El Muro de la vergüenza, se usó para hacer monumentos históricos, piezas decorativas o artísticas y también para trofeos y souvenires, como los miles de pequeños fragmentos de autenticidad dudosa que se pueden comprar por monedas en cualquier casa de souvenires de Berlín. O sea que, la vergüenza no se fulminó con su desaparición, es más, se alimentó como se alimenta a un mal recuerdo.
María del Mar Benítez

1 comentario:

  1. Conservamos lo que un día nos separó, olvidamos a menudo lo que siempre nos ha unido. No sé si esto es estupidez o simplemente un síntoma de nuestra falta de perspectiva.
    ibso

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