martes, 24 de enero de 2012

La vida posible de Juan

Seis historias con sus seis misterios. Un ciervo endemoniado y un hombre que se apea en una estación desconocida. Un viejo amigo que anda loco y una librería parisina. El fantasma de un cura asesinado y un robo sin pistas. Un loro de huesos vacíos y su amo. Pueblos de la España profunda y señoras que se santiguan de poco cosa. Belisario, Darío y una madre…
En definitiva, cuentos instalados en lugares lejanos, distintos y grises.
¿Qué me costo meterme en las historias? Cierto es ¿Qué pude vencerlas? También es verdad.
Con un vocabulario, intenso, espeso y como ya se dijo en su anterior trabajo, elegante, comenzó mi aventura lingüística con la profunda lectura de La vida posible”.
Este, es un libro para leer pausadamente y manejando el léxico que Juan R. Tramunt, monopoliza en sus trabajos.
Como poco, se puede decir que es una lectura arriesgada, a la vez que intensa.
Saco textualmente, un pequeño fragmento del prologo que bautiza las primeras páginas del libro, y que están escritas por el propio Tramunt:
Juan  R. Tramunt
Las palabras de los propios autores resultan imprescindible para justificar lo que hay plasmado en un papel suscrito con su nombre. Aun así, es difícil evitar las dudas sobre lo que uno dice de sí mismo cuando se habla de la creación artística, pues muchas veces, aparte de ceder a la seducción de lo misterioso o simplemente excéntrico, sencillamente no se dice todo lo que esclarecería ese misterio porque ni el mismo autor lo sabe
Misterios apartes, había algo en las lecturas que mantenía mi curiosidad hasta llegar al siguiente relato. ¿Qué  era? los escenarios elegidos por el autor. Ya se sabe, “cada loco con su tema” a mí me podía la fisgonearía por saber, adonde me llevaría en el próximo tren. No se centra en paisajes que ya están más que masticados. Todo es nuevo bajo el sol en esta obra. Nada es previsible. Todo esta por llegar, aunque a priori parezca lo contrario.
Cuando terminaba de leer una historia, pensaba…

-Pues no, no era lo que yo creía-

Empezaba la siguiente y volvía a murmurar...

-Uuumm, ya se como va a terminar-

¡Y no! el final no era nunca como yo pensaba, lo cual es de agradecer.
Bajo mi modesta opinión, no se debe destapar el misterio servido desde el principio.

¡A San Jaime Gil de Biedma pongo como testigo! prometo no volver a olvidar la lección. ¡Nada de prejuicios! Porque de lo imposible a lo posible, no hay más que dos o tres centímetros de nada.

Mar Benítez

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