sábado, 19 de mayo de 2012

Mrs. Brightday

Aún resonaban los últimos acordes de la fiesta de primavera, cuando Sophie, se desplomaba ante la mirada ebria, de muchos de los invitados. Rodeada de su propio vómito, apenas unos segundos  valieron para echar por tierra el mito de su persona y caer en la conclusión que aquella dama que, minutos antes, bajaba braguetas y quemaba corazones, era humana.
Hija de un minero y una ama de casa, Mary Jean, como la llamaba la administración, creció en un barrio de mala muerte y mal olor. Desde joven, oteaba desde la ventana de la habitación, que compartía con sus 6 hermanos, la otra  ciudad que se mostraba a diario, brillante, limpia, sin olores, sin penurias, solo luz.
Un día, apenas pasaban segundos de su mayoría de edad, Sophie enterraba a Mary Jane, en el asqueroso jardín de la parte trasera de su cochambrosa casa. En un agujero , donde no solo enterraría sus prendas, si no a esa chica que no volvería a ver jamas, ni oír sus quejas , ni reproches. A partir de ese momento, con la última porción de tierra arrastrada por unos botines, que semanas antes había robado en la tienda del Sr. Blonde, moría Mary Jane, nacía Sophie. Mientras caminaba hacia su nuevo destino, pensaba que nadie iba por el mundo sin un apellido. Caminaba y caminaba, pero solo venían a su cabeza apellidos vulgares. Se había jurado que la vulgaridad se quedaba con sus medias heredadas de su madre y su hermana mayor.  A la mañana siguiente, Sophie , sin apellidos , entraba en la ciudad, los coches, la gente, el bullicio. Se arregló el pelo, el vestido, las medias. Miró a ambos lados de la carretera, suspiró, por primera vez el aire que tanto anhelaba caminaba por sus pulmones, ya era de la ciudad, su momento era ese y con paso firme recorrió los primeros metros de las aceras, que brillaban como si estuvieran formadas por baldosas de oro. Pronto notó que la miraban , que la piropeaban y que se volvían a mirarla. Sophie era una mujer deseada y allí estaba.
Nunca pensó que esos primeros pasos y el brillo deslumbrante y embriagador de las baldosas, la llevarían a ser la mujer mas deseada del planeta, la rompecorazones de ambos sexos , la mujer que agarró al destino y  lo desafió. Sophie nunca abandonó su particular camino de baldosas doradas. Cuanto mas subía, menos amaba, cuanto mas amaba mas herida se sentía. Un día, poco antes de perder a su primer hijo, encontró a su madre en el reflejo del espejo dorado de estilo francés, de su habitación. Nunca pensó que todo lo que había enterrado, años atrás en aquel basurero que llamaban hogar, podía volver. Los hombres la amaban por lo que representaba, ella los amaba por lo que podían darle. Las mujeres la odiaban y la amaban  de igual manera. Nunca le hizo asco al placer momentáneo. Nunca miró a los demás mas allá de lo que ella quería. Nunca sintió amor, aunque lo disimuló. Perdió el hijo y con él, lo poco de humana que le quedaba. Arrastraba su hermosura ajada y gastada por los excesos de demostrar que era Sophie, mientras Mary Jane, acudía noche tras noche, a su cama. El alcohol , las drogas, los abandonos sexuales en manos de quien apenas conocía, no pudieron taponar esa brecha que se abría, sin remedio, en lo que le quedaba de alma.
Una tarde, poco antes de la fiesta de primavera de 1926, Sophie, volvía a levantarse tarde, en una cama con acompañantes. A la derecha, dos hombres dormían abrazados, mientras que a la izquierda una joven de melena dorada, dormía plácidamente apenas tapada con una delicada sabana. Se dio cuenta que nadie la abrazaba. Como pudo se levantó de la cama , buscó su bata , esa que un día compró con sus primeros ahorros, y los contempló. Escoria - pensó. No todo el mundo puede irse a la cama con Sophie y esta gentuza, la habían abandonado a pocos centímetros de su piel . Después de tantos años , su cuerpo seguía sin tolerar bien la mezcla de alcohol y drogas, apenas sin encontrar un equilibrio que la hiciera entrar en el baño, con un poco de dignidad, comenzó a vomitar , justo en la puerta del baño dorado que hacía poco mandó a colocar. Los vómitos cada vez eran mas dolientes, de pronto , de la boca mas deseada de los últimos años, comenzó a salir sangre. La imagen que el espejo le devolvía era  grotesca, asquerosa , distante de aquella joven que se mareaba de tanto mirar los rascacielos. Amarilla, delgada y cansada, Sophie, apenas tenía fuerza para entrar en la bañera. Gritó, pero nadie la escuchó. Sola, como cuando era  una niña y rodeada de sus hermanos, veía desde su ventana la ciudad. Sola como cuando  su madre, la miraba con odio, con rencor. Sola, otra vez sola, como siempre.
Era el destino , ese al que desafiaba constantemente, que le enviaba un recado sin acuse de recibo.
Mary Jane, moriría,  aquella noche, mientras resonaban los últimos acordes de la fiesta de primavera de 1926,  en una alfombra llena de pisadas, y alcohol. Murió rodeada de gente que no  sabían quien era, que ni intención tenían de conocerla. Sophie, al contrario, se convirtió en una leyenda de las que se escriben libros. Una mujer que dio a la sociedad que la acogió lo único que  tenía, su vida. Una mujer que murió como vivió , dando de que hablar, desafiando al destino una vez mas, rodeada de los que la deseaban y odiaban a partes iguales
En su lápida, aquella, que dejó encargada por si pronto la jugada terminaba, se podía leer:
" Aquí yace Sophie Brightday, encantada de haberme conocido"


©Lola Tabernas

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