sábado, 15 de diciembre de 2012

¡Mamá, quiero un hámster!

Ahí llegó el momento en el que me tocó explicar todo mi periplo: una de mis amigas tenía una pareja de hámster rusos, que por cierto, deben ser muy fértiles, porque de una sola atacada habían traído al mundo una camada de dieciocho descendientes... ¡Cómo para tenerlos todos en casa!
Mi amiga, ante tal avalancha de roedores, llevaba una semana regalándolos a diestro y siniestro y yo, que encontré en aquella la ocasión perfecta para conseguir mi anhelado objetivo, no me había podido resistir.
Quedamos en que me traería una de las crías a la salida de la clase de inglés, metida en un tupperware transparente con tapa verde (el mismo que mi madre encontró despistado en la terraza un par de días después).
Cuando llegué a casa, lo saqué de la mochila, lo escondí precipitadamente en el armario, y empecé a urdir la mejor forma de cuidarlo sin que mis padres se percataran de su presencia.
Ahí me topé de frente con el primer obstáculo: mi hermano. No tuve que darle muchas vueltas al asunto para caer en la cuenta de que necesitaba de su ayuda, y decidí contarle lo sucedido.
Entré en su habitación. Él estaba jugando tranquilamente a la PSP, y yo, hámster en mano, le dije: "mira que regalo te traigo".
En un principio creyó que se trataba del famoso hámster de mi vecina Carmencita, suponiendo que me lo había prestado. Se quedó de piedra cuando le conté que, en realidad, el hámster era mío, y que me lo había traído a casa sin que papá y mamá lo supieran.
Entonces mi hermano, que es más listo que el hambre, entendió a la perfección que se encontraba ante una ocasión única que no podía desaprovechar: la de chantajearme.
Durante días fui víctima de su extorsión: ¿que quería comer chocolate sin permiso?, iba a la nevera, lo cogía, y cuando al verle hincar el diente yo le avisaba de que me iba a chivar, subía las manitas, encogía el hocico imitando la postura de los roedores, y riéndose a carcajada limpia, se zampaba el dulce.
¿Qué los dos queríamos ver la tele y no nos poníamos de acuerdo con el canal? No había problema, volvía a repetir su imitación estilo roedor y yo me daba por aludida.
Durante dos días, dos, completos, me tuvo a su merced. Pensándolo bien, casi fue un alivio que mi madre encontrara el "paquete" en el armario.
Pero, en honor a la verdad, he de decir que mi hermano no sólo me chantajeó, sino que también me ayudó a sacar adelante al bichillo.
Entre los dos le compramos una jaula en una tienda de chinos que hay cerca de nuestra casa. Le conseguimos pipas (mi amiga me avisó de que los hámster las comían), y hasta le fabricamos una camita con unas lanas que me había dado mi abuela (los algodones que decía mi madre cuando se encontró con el elemento en el armario).
Y así fue como el pobre animal, sin agua, sin luz, y casi sin aire, subsistió entre peluches durante cuatro largos días, hasta que mi madre tuvo la brillante idea de empezar su zafarrancho.
Por supuesto, cuando los ánimos se hubieron tranquilizado, la historia del hámster se convirtió en la anécdota más divertida que jamás hubiera vivido nuestra familia.
Mis padres se rieron durante un buen rato, y finalmente accedieron a comprarle una jaula mucho más grande: un adosado de colores, con su ruedita, sus toboganes, su casita y todos los abalorios. El bicho tenía más complementos que la Barbie.

Desde entonces, el hámster ha dado mucho de sí. Lo hemos bautizado, una amiga nos ha traído una bola para que el bicho pasee en libertad (en toda la libertad a la que un hámster puede aspirar en la cocina de mi casa), lo tratamos a cuerpo de rey, y lo mejor de todo... no es difícil encontrar a mi padre hablándole como si fuera su hijo, y compartiendo con él parte de su cena.
¡Nos lo está cebando!

FIN
Belén  Naya


 

2 comentarios:

  1. Ha sido un placer compartir con todos los secreteros/as estas semanas, las aventuras de esta joven y su hámster que nos han dado la oportunidad de conocer a su autora , Belén Naya y su universo literario y musical. Gracias Belén, por contar con este blog. Te esperamos...

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    1. Muchas gracias por vuestra invitación. El placer ha sido mutuo, no os quepa duda.
      Y si alguien se ha quedado con ganas de más, siempre puede buscarme en... LA COMISURA DE MIS PENSAMIENTOS.
      Un fuerte abrazo para El Secreter y todos sus seguidores.

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