jueves, 24 de enero de 2013

Elling


Hacer una critica teatral, sobre una pieza en la que ha actuado uno, por no decir el único, de mis actores favoritos, es difícil, por muchas razones. La principal es que pierdes objetividad y no eres nada parcial. Pero se intentará.
Carmelo Gómez es sinónimo, por lo menos en mi cabeza, de buen trabajo, de un trabajo serio. A estas alturas de la película, un actor como Carmelo Gómez, puede elegir en qué participar y en qué no. Elegir darse codazos, o no , por un papel. A estas alturas de la película, no tiene que asombrar a nadie, porque su dilatada carrera, afirma y corrobora su talento y  capacidad para hacer un personaje suyo. Esa capacidad que lo ha colocado en el lugar que se merece, el de actor con todas las letras.
Con todo esta trayectoria en la cabeza, me disponía a ver una obra que por lo visto había sido llevada al cine, que no creo haber visto y que la crítica la había puesto bien. En el momento en que el escenario apenas se vislumbraba la sombra de los actores , mi corazón saltó y por un momento me creía una cría de quince, gritándole a Alejandro Sanz. Me contuve y después de 5 minutos agónicos, disfrutados, pero agónicos, agarré mi alma quinceañera y la obligué a tomar nota de cada gesto, mirada, suspiro de los dos actores que encima de una especie de tatami, con dos camas y una mesilla de noche, intentaban que nos sumergieramos en el mundo de esa criatura desesperante, complicada, desconfiada, miedosa, hilarante, pero tierna de Elling.
Los dos protagonistas nos llevaron de la mano a través de sus cambios de humor, de su desconfianza, de los nuevos sentimientos, de nuevas aventuras, de una manera de ver la vida, que quizá sea única.
El contraste de los personajes hacía que ambos crecieran por momentos, no solapándose. Eran grandes, como grandes eran sus preocupaciones, sus frustraciones, sus miedos.
La positividad que contagia la obra, hace que pienses que quizá los locos somos nosotros, que la vida es algo mas que planes, que escondites, que decir que no o si  a todo. La vida es vivir. ¡Qué cosa mas fácil y difícil para Elling!
A pesar que la objetividad, en este caso, deja mucho que desear,  Carmelo Gómez y  Jordi Aguilar no defraudaron. Carmelo fue  intenso, tierno, taciturno, melancólico, violento, desconfiado, fiel. Fue un gran actor que una noche mas acrecentaba su leyenda, esa que se escribe solo con el trabajo bien hecho.
Gracias.

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