jueves, 6 de junio de 2013

Al otro lado del río

Foto tomada de: quesonrisatanrara.blogspot.com

En aquella ciudad, que tenía más de pueblo que de ciudad, apenas había escaparates con los que entretenerse los domingos.
Una farmacia, la gasolinera, el estanco, una ferretería…
Era la única opción que existía por los alrededores. Caminar de forma sonámbula por las inmediaciones de lo que a la fuerza, se convirtió en su lugar de residencia.
Peregrinaba sola y aburrida, hasta llegar limítrofe junto al río donde desconsolada, añoraba los destellos de los comercios de la isla vecina.
Aquella uniformidad oscura, que reinaba en las calles obsoletas, apenas empapelada con anuncios pasados de fecha, la abatían hasta hacerla derramar lágrimas infantiles. Como un niño cuando le arrebatan las chucherías propias de un domingo después de misa.
La luminosidad que desprendían los edificios de la ciudad deseada, era tal, que por momentos, estimulaban su imaginación y sin apenas darse cuenta y con los ojos cerrados, se veía danzando y trotando por unas calles que dejaron de ser les desconocidas, por tiempo limitado.
Después de tantos años añorando lo que no tenía, se aficionó a la teletransportarción imaginaria.
“Al otro lado del río” esa era la frase mágica que le concedía su deseo, como Ali Baba deseando entrar en la cueva de los ladrones, y confundirse entre los tesoros que le prometían, una vida mejor.

Marion Décimas 

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