sábado, 2 de noviembre de 2013

Entrevista en la distancia...Fran Pintadera

Fran Pintadera
Recuerdo perfectamente como nos conocimos a pesar de que ha pasado mucho tiempo.
Entró en el lugar donde trabajo (una casa bien rara y distinta) y no dejé que se me escapara atacándolo en emboscada.
Según lo vi, me lo dije a mi misma…- Éste es un cuentero-
Efectivamente, lo era.
Le di conversación y él me correspondió sin mayor problema.
Hasta aquí, todo normal, lo extraño viene ahora…

M.B: Fíjate que bien, que casualidad. Me gustaría hacerte una propuesta.
Junto con otra compañera, llevamos un programa de radio, y ahora dándole vueltas a la cabeza, sería estupendo que nos concedieras una entrevista vía blog.
F.P: Si por supuesto. Te doy mi tarjeta y cuando quieras me envías el cuestionario.
Ahora ¡ahora viene lo raro!
M.B: ¿Fran Pintadera?..
Me pregunté mientras leía sus datos personales en la cartulina… Pa´mis adentros: ¿Cómo se va a llamar “Pintadera” si tiene un acento peninsular? No lo pude evitar, me salió el rejo independentista. ¿Y qué le voy hacer? Pues como mínimo, confesarlo.
Me sorprendió mucho y buscando la mayor de las naturalidades, quise indagar el por qué llevaba “Pintadera” (palabra canaria bonita donde las haya) en su nombre ¡si no dejaba de pronunciar un “fleje” de zetas en toda la conversación!
Toda yo  era un cúmulo de confusiones.
La cosa es bien sencilla y si siguen leyendo la entrevista, sabrán el por qué.

E.S:  Yo ya sé el por qué, pero seguro que mucha gente todavía no lo sabe,  Pintadera ¿Y eso cómo fue?
F.P: Todo se debe a un diciembre canario, que me dio por nacer. Aunque como bien apreciaste, mi acento no lo deja claro. A los dos años me llevaron a vivir a la península, a Alicante, cuando apenas decía mis primeras palabras.
Cuando se me metió entre ceja y ceja dedicarme a la palabra dicha, pensé en qué palabra quería que me acompañara en esta travesía. Me pareció bonito, que algo significativo para mí y, parte de mi raíz, fuera mi compañera de viaje y así, apareció la Pintadera de mi apellido. Siempre tuvieron algo que llamaba mi atención.


E.S:  ¿Cómo comenzó tú andadura en esto de los cuentos? ¿Recuerdas la primera vez?
F.P: Creo que recuerdo todas las veces, la primera fue horrible. Había mucha intención pero pocas tablas, por suerte la segunda, la tercera y alguna más se dieron de forma muy rápida, sin darme tiempo a pensar que quizá esto no era para mí.
Los motivos que me llevaron a contar son difíciles de saber con exactitud. Imagino que fue una mezcla de circunstancias, pero las más destacables eran mi afición a la literatura, oral y escrita, y un momento dulce en mi vida, en el que buscaba coherencia en mi día a día. Quería un oficio digno, que me diera satisfacción, no solo dinero. Quería que mi hijo, recién nacido en aquel entonces, conociera un padre que comulga con lo que predica, aquello de ser feliz y llevar las riendas de tu vida, tomando decisiones, sin que la rutina te asuma. De pronto había dejado mi trabajo de educador y estaba contando.


E.S: ¿Qué se necesita para subirse a las tablas y lanzarse a contar?
F.P: Cada uno necesitará unas cosas. En mi caso me vino bien tener formación previa, no tanto como narrador, sino como actor. Tenía algunas experiencias en grupos de teatro, teatro de calle, clown, poesía escénica, performances… que ayudaron a darme seguridad u osadía. A pesar de ello, la comunicación que se establece con el público, puede diferir mucho de un arte escénico a otro.
A día de hoy, creo que lo que hace falta para lanzarse a contar es seriedad, compromiso y respeto, con la palabra y con el público. Y ganas de disfrutar.

E.S:  ¿A qué le das más importancia, a un buen narrador ó un buen texto? ¿Quién domina a quien?
F.P: Deben ir de la mano. Nos debemos a las historias que contamos, en gran parte, pero una gran historia, en boca de un narrador que no la haya trabajado lo suficiente o no logre comunicar con el público, no se puede sostener y al final se hunde el narrador y la propia historia. Más que un buen narrador, que es una cuestión de gustos, defiendo el trabajo que hay detrás de cada texto o espectáculo.
En el caso contrario sucede lo mismo, un narrador no puede vivir de rentas o de su imagen o de su público, el compromiso tiene que estar presente en cada historia, en cada texto. Al final creo que se reduce a una cuestión de equilibrio.

E.S: Esta pregunta, se ha convertido en la pregunta fetiche para todos los narradores que hemos entrevistados ¿Todo el mundo puede subirse a un escenario a contar? ¿Existe el intrusismo en esta profesión?
F.P: Creo que hay oficios y trabajos para todo el mundo, pero no tenemos por qué saber manejarnos en todos ellos. Yo me siento incapaz de hacer muchas cosas, por falta de interés, por falta de habilidad o falta de conocimiento. Igualmente la narración, como oficio, requiere de conocimientos, habilidades y mucho interés. Si estas tres cuestiones se dan, claro que se puede contar.
En cuanto al intrusismo… sí, lo hay. Pero a veces, ni siquiera es culpa del “intruso” sino de programadores que conociendo el trabajo que hace dicho intruso, insuficiente y de calidad dudosa, cuentan con él, a cambio de condiciones irrisorias o cualquier otro disparate. También hay intrusos programando que no tienen conocimiento real sobre este oficio y con tal de llenar el calendario ofrecen espectáculos de poca calidad a un público, que difícilmente repetirá, si no le gusta lo que vio.

E.S: ¿Cómo te preparas tú antes de? Y… ¿como se te queda el cuerpo después de?
F.P: Cuando puedo, me gusta estar solo, al menos unos minutos antes. Hago ejercicios de voz, pero también estiramientos. Se dice que se cuenta solo con la voz o la palabra, pero estamos ahí, con todo nuestro cuerpo y tiene que estar presente, consciente, acomodado y en armonía con la historia. Bebo mucho agua, ya no sé si por hidratación o por algún tipo de tic nervioso.
Al acabar suelen mezclarse sensaciones. Por un lado me aparece una sensación de fugacidad. Llego con muchas ganas a cada sesión y cuando veo que se acerca el final siento que todo pasó demasiado rápido. Aparecen las preguntas internas y las evaluaciones, esto funciono, esto no, aquí estuve lento, aquí quizá puedo añadir…  Pero sobretodo quedo relajado, mucho. Nunca he ido a un gimnasio, pero creo que tiene que ser algo parecido.

E.S: Algún narrador/ar como punto de referencia
F.P: Muchos. Hay muchas fuentes de las que beber y cada uno aporta sus colores. Cuando arranqué en esto, por una cuestión de proximidad, había visto a narradores del levante, principalmente. Quizá fueron mi primer remanso y mi punto de partida.

E.S:  Anécdota simpática que te haya ocurrido en alguna de tus sesiones
F.P: En una sesión, me avisaron vía mail y telefónica que tenía sonido preparado porque la actuación era al aire libre y para todo un pueblo. Al llegar me llevaron a mi escenario. Era un torreón del Ayuntamiento. Desde allí daban los discursos y leían los pregones. No había manera de bajar el equipo a la plaza y me tocaba contar por una ventanita, nada de balcones, y a unos quince o veinte metros de altura. Finalmente conté a pelo en la plaza. No tengo vértigo, pero tampoco soy amigo de las alturas.
En otra sesión, para adultos, me tocó empezar muy tarde y un señor se me quedó dormido en el segundo cuento. Al acabar el espectáculo me felicitó como si hubiera hecho la actuación de mi vida. Creo que tuvo un sueño hermoso.

E.S: Pregunta recurrente ¿Se puede vivir del cuento?
F.P: Se puede, claro. Hay que sudar la camiseta más de los que algunas personas suponen. Es un trabajo que requiere dedicación y compromiso. Los narradores somos responsables de nuestras actuaciones desde antes de que aparezcan hasta después de finalizar (gestión, promoción, contactos, creación, dirección, lecturas, diseño, facturas…)
A veces a pesar de todos los esfuerzos, el teléfono no suena, pero este es un mal endémico del país, no del oficio.

E.S:  Sabiendo, que tienes un 50% de isleño y el otro 50% de peninsular ¿En cuál de las dos orillas te sientes más cómodo? Para que no te sientas comprometido ¿Cuál es la diferencia? Si la hay.
F.P: Creo que no tengo el conocimiento suficiente para contestar. Mis estancias isleñas han sido cortas y muy espaciadas en el tiempo. Cuando piso suelo canario se me pone la sonrisa en la boca, pero la sugestión es mucha. Cuando viajo a Argentina me pasa igual o cuando vuelvo a Cuenca, ciudad en la que viví mucho tiempo. Los viajes me sientan muy bien, me ensanchan el pecho. Viajar a las islas tiene un añadido, sin duda.
Sigue estando presente en conversaciones familiares, en fotografías que rescato cada tanto, en mi historia de vida. De pronto, escuchar el acento o degustar un queso majorero me remueve de una manera especial. O comerme un gofio con plátano, o un ron miel o un chorizo de Teror o… (pausa para comer)

E.S: ¿En qué lugar no has contado y sabes o por lo menos lo sospechas, que tus historias funcionarían?
F.P: Hay lugares en los que me encantaría contar, pero, realmente, no sé cómo resultarían las historias. Por lo general son historias que tienen a las emociones presentes y estas son universales, por lo que es un punto de conexión con cualquier tipo de público. Ahora, que gusten o no, eso es otra cuestión.
Por pedir, me encantaría contar al otro lado del charco. Tuve ocasión de hacerlo en Argentina y fue una grata experiencia. Sería bonito llevar mis historias de paseo por allá. Y en Canarias, claro, pero me reservo para la siguiente pregunta.


E.S:  Hay un nuevo trabajo pululando por esos lares “Calavera no cuenta”. ¿Para cuando por estos otros lares? ¿Para cuando Fran Pintadera en Canarias?
F.P: Calavera no cuenta es una sesión diseñada para público de secundaria, una aventura que recién empieza. Estreno en una semana en el Festival de narración oral de Peligros (Granada) y de ahí, ya veremos. De momento no he pisado escenario canario, sería genial hacerlo con esta sesión.
En algún momento contaré en Canarias, espero, hay cuentos que me encantará compartir, algunos de escritores canarios a los que tengo un cariño especial, como Alberto Omar Walls.

E.S: Has estado impartiendo un taller de cuentos para madres y padres ¿En qué consistía? ¿Cómo ha sido el resultado?
F.P: El taller se llama Contando bajo la ducha y, básicamente, el título lo dice todo. Todos somos grandes cantantes en la intimidad, cuando nadie mira, nos lanzamos sin miedo y hasta, parece que no suena tan mal. Contar bajo la ducha, es contar en ese espacio privado que es el hogar, sin miedos y sin cortapisas.
Dar formación a las familias es especial, porque los que llegan a uno, interesados en el taller, tienen una predisposición formidable para aprender y compartir. En el taller vemos de todo, desde las diferencias entre editoriales a cómo contar con álbum ilustrado y valorarlo o cómo crear juegos y rutinas relacionadas con el libro, siempre pensado desde la realidad de la familia y el hogar.


E.S:  En nuestro II Certamen Literario El Secreter. Las premisas que pedíamos era que el relato, no pasara de cincuenta líneas, y que en cualquier parte del relato, estuvieran estas tres palabras: “Alfeizar” “Miedo” y “Merengue” A ti, no te vamos a pedir cincuenta líneas, pero si, que nos hagas una frase con cada palabra ¿Aceptas el desafío?
F.P: Probemos… pero con un microrrelato.
Una corriente de viento lo encontró al borde del alfeizar. Mientras caía, del delicioso merengue, surgió un gritó estrepitoso. Juró que no tenía miedo a las alturas, pero detestaba ensuciarse su impoluto traje blanco.

E.S: Próximamente ¿Dónde podemos encontrarte además de en tu blog y el facebook?
F.P:  Tengo dos meses de trabajo en los que tocará carretera: Honrubia, Peligros, Cuevas del Campo, Cuenca, Alicante, Jaén, Granada… Es una de las muchas cosas hermosas de este oficio, uno va conociendo cada vez más rincones del mapa y se va encontrando con gente con las que puedes compartir un café o, de pronto, una larga amistad.

E.S: ¿Algo más que quieras añadir y que a mi se me haya ido el “baifo”?
F.P: Agradeceros la entrevista. Es bonito para mí estar un poco más cerca de Canarias mientras respondo a estas preguntas. Ya me están dando ganas de hacer la maleta. Abrazos y guarden un trozo de majorero, que enseguida llego.

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