sábado, 16 de noviembre de 2013

Pánico

Fotografía tomada de vidaholandesa.blogspot.com
Las oía. Correteaban por el interior de las paredes y por debajo de las baldosas, volviéndolo loco con cada nuevo arañazo, claro y aterrador, provocando que el miedo y el pavor anegaran sus sentidos. A veces no eran más que un murmullo, pero las más, como ahora, eran un estruendo ensordecedor de cientos de pequeñas garras horadando y escarbando, buscándolo. Lo querían, lo deseaban y él lo sabía. Daba igual lo que hubieran dicho los seis profesionales de la desratización y desinsectación que habían acudido a su casa. ¿Qué estaba limpia? ¿Es que no las oían? ¿No notaban cómo vibraba el suelo cuando esos bichos pasaban por debajo?¡Malditos ineptos! Con todo su material de ciencia ficción y sus artefactos de otros mundos, eran incapaces de ver lo que para él era tan obvio. Por mucho menos él había perdido su trabajo, aunque él mismo solucionaría el problema de una vez por todas. Por supuesto.
Un nuevo rumor lo hizo temblar de pies a cabeza. Había sonado a su espalda, detrás del sofá en el que se guarecía. Miró tímidamente las paredes color merengue tostado, rogando para que todavía no pudieran salir. No aún, no estaba preparado. Aterrado advirtió que en un punto concreto de la pared, ésta se descascarillaba un tanto, soltando pequeñas volutas de yeso y pintura sobre el suelo de madera. ¡Ya llegaban! Pero no lo atraparían, no lo iba a permitir. Saltó del sofá y corrió a la cocina de donde tomó un cuchillo y las cerillas. Volvió al salón y arrimó el canapé contra la pared en la que había escuchado el ruido. Ahora el desconchado era más patente. Con una insana sonrisa prendió uno de los fósforos y lo arrojó sobre el tapizado del mueble.
—Moriréis todas. No me atrapareis, bichos inmundos. Nunca.
El fuego fue aumentando poco a poco, elevando la temperatura, la sensación de calor y la acumulación de gases tóxicos en el techo de la habitación. Riendo como un loco, avivó el fuego echando cualquier cosa que prendiera y ayudara a deshacerse de ellas. Cogió un cojín y cuando se disponía a arrojarlo sobre las llamas, un cosquilleo horrible le recorrió las puntas de los dedos que sujetaban el almohadón. Miró hacia allí y horrorizado vio un hocico peludo y asqueroso olisqueando el aire, aferrado a la tela, buscando su carne y su sangre.
Asqueado, arrojó el cojín al fuego con la rata aún en su interior. Entre el humo, observó como el agujero de la pared se había agrandado y por allí asomaban algunas pequeñas patas de afiladas garras. El terror se apoderó de él de forma enervante y no pudiendo dominarlo se dirigió a la ventana y la abrió. La potente y devastadora irrupción de aire renovado y cargado de rico oxigeno, entró en el salón provocando que el fuego renaciera y elevándolo a la categoría de incendio a todas luces. Ahora las ratas salían por decenas de la brecha en la pared, arrojándose al fuego y luego, incendiadas, lo buscaban a él, ansiosas y ávidas de sangre.
Movido por el pánico, se subió al alfeizar de la ventana y miró hacia atrás. Ya eran cientos de ellas las que le perseguían. No le atraparían. Riendo a carcajadas, saltó al vacío.

Cuando los bomberos lograron extinguir el fuego ya hacía tiempo que la ambulancia se había llevado el cuerpo inerte y muerto del suicida. El equipo médico poco pudo hacer por salvarle la vida y solo pudieron taparle el rostro con dignidad. Bajo las sábanas, un cuerpo peludo y pequeño luchaba por entrar en el cadáver. En el más allá, el alma del suicida gritó.
                                                                                                         Jarch 

* Texto presentado al II Certamen Literario El Secreter 

2 comentarios:

  1. Impresionante entrada...como impresionante es el gran trabajo que están realizando, amigas!!!

    Me he dado un agradable paseo por esta casa para confirmar que aquel sueño, comenzado hace tiempo con mucha ilusión y algunos nervios, se ha convertido en una maravillosa realidad...que crece día a día!!!

    Mi mas sincera enhorabuena y un gran abrazo!!!

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  2. Gracias, Ignacio, por favor, nos alegra muchisimo tus palabras y que nos veas con tan buenos ojos. Cuando quieras aquí está tu casa y puedes compartir con nosotras y el resto de secreteros/as tu trabajo. Un abrazo enorme.

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