Fotografía tomada de vidaholandesa.blogspot.com |
Las
oía. Correteaban por el interior de las paredes y por debajo de las
baldosas, volviéndolo loco con cada nuevo arañazo, claro y
aterrador, provocando que el miedo
y el pavor anegaran sus sentidos. A veces no eran más que un
murmullo, pero las más, como ahora, eran un estruendo ensordecedor
de cientos de pequeñas garras horadando y escarbando, buscándolo.
Lo querían, lo deseaban y él lo sabía. Daba igual lo que hubieran
dicho los seis profesionales de la desratización y desinsectación
que habían acudido a su casa. ¿Qué estaba limpia? ¿Es que no las
oían? ¿No notaban cómo vibraba el suelo cuando esos bichos pasaban
por debajo?¡Malditos ineptos! Con todo su material de ciencia
ficción y sus artefactos de otros mundos, eran incapaces de ver lo
que para él era tan obvio. Por mucho menos él había perdido su
trabajo, aunque él mismo solucionaría el problema de una vez por
todas. Por supuesto.
Un
nuevo rumor lo hizo temblar de pies a cabeza. Había sonado a su
espalda, detrás del sofá en el que se guarecía. Miró tímidamente
las paredes color merengue
tostado, rogando para que todavía no pudieran salir. No aún, no
estaba preparado. Aterrado advirtió que en un punto concreto de la
pared, ésta se descascarillaba un tanto, soltando pequeñas volutas
de yeso y pintura sobre el suelo de madera. ¡Ya llegaban! Pero no lo
atraparían, no lo iba a permitir. Saltó del sofá y corrió a la
cocina de donde tomó un cuchillo y las cerillas. Volvió al salón y
arrimó el canapé contra la pared en la que había escuchado el
ruido. Ahora el desconchado era más patente. Con una insana sonrisa
prendió uno de los fósforos y lo arrojó sobre el tapizado del
mueble.
—Moriréis
todas. No me atrapareis, bichos inmundos. Nunca.
El
fuego fue aumentando poco a poco, elevando la temperatura, la
sensación de calor y la acumulación de gases tóxicos en el techo
de la habitación. Riendo como un loco, avivó el fuego echando
cualquier cosa que prendiera y ayudara a deshacerse de ellas. Cogió
un cojín y cuando se disponía a arrojarlo sobre las llamas, un
cosquilleo horrible le recorrió las puntas de los dedos que
sujetaban el almohadón. Miró hacia allí y horrorizado vio un
hocico peludo y asqueroso olisqueando el aire, aferrado a la tela,
buscando su carne y su sangre.
Asqueado,
arrojó el cojín al fuego con la rata aún en su interior. Entre el
humo, observó como el agujero de la pared se había agrandado y por
allí asomaban algunas pequeñas patas de afiladas garras. El terror
se apoderó de él de forma enervante y no pudiendo dominarlo se
dirigió a la ventana y la abrió. La potente y devastadora irrupción
de aire renovado y cargado de rico oxigeno, entró en el salón
provocando que el fuego renaciera y elevándolo a la categoría de
incendio a todas luces. Ahora las ratas salían por decenas de la
brecha en la pared, arrojándose al fuego y luego, incendiadas, lo
buscaban a él, ansiosas y ávidas de sangre.
Movido
por el pánico, se subió al alfeizar
de la ventana y miró hacia atrás. Ya eran cientos de ellas las que
le perseguían. No le atraparían. Riendo a carcajadas, saltó al
vacío.
Cuando
los bomberos lograron extinguir el fuego ya hacía tiempo que la
ambulancia se había llevado el cuerpo inerte y muerto del suicida.
El equipo médico poco pudo hacer por salvarle la vida y solo
pudieron taparle el rostro con dignidad. Bajo las sábanas, un cuerpo
peludo y pequeño luchaba por entrar en el cadáver. En el más allá,
el alma del suicida gritó.
Jarch
* Texto presentado al II Certamen Literario El Secreter
Impresionante entrada...como impresionante es el gran trabajo que están realizando, amigas!!!
ResponderEliminarMe he dado un agradable paseo por esta casa para confirmar que aquel sueño, comenzado hace tiempo con mucha ilusión y algunos nervios, se ha convertido en una maravillosa realidad...que crece día a día!!!
Mi mas sincera enhorabuena y un gran abrazo!!!
Gracias, Ignacio, por favor, nos alegra muchisimo tus palabras y que nos veas con tan buenos ojos. Cuando quieras aquí está tu casa y puedes compartir con nosotras y el resto de secreteros/as tu trabajo. Un abrazo enorme.
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