sábado, 8 de octubre de 2011

Cuéntame


El dragón mágico y otros relatos  de Pearl S. Buck
(Parte I)
Habia una vez una niña llamada Lan-may que vivía en China. Era  la única niña de aquella familia china y tenía tres hermanos. Acababa de cumplir ocho años y era la más pequeña. Sus hermanos se llamaban Sheng, Tsan y Yung. Yung tenía nueve años, Tsan  diez y Sheng trece.
Vivian todos juntos en una casa de ladrillo con el techo de tejas, y la casa estaba en un valle verde muy  hermoso, cerca del gran río Yangtsé. El padre era granjero y sus campos descendían hasta  la orilla del ríos y, de modo que era también pescador. Se llamaba señor Wu. Como  no le quedaba tiempo para pescar, porque tenía que ocuparse de la granja, había tendido una gran red de  cuatro puntas y la había colgado de una larga  vara de bambú. Cuando tenía  un momento  libre  corría al borde del agua  y tiraba de una cuerda, que hacia  subir la red. Si había peces, bullían en el fondo de la red. Entonces los cogían con una red pequeña  de mango largo. Si no  había peces, el que había tirado de la cuerda la soltaba, y la red se sumergía de nuevo en las aguas amarillas del rio.
Desde luego estaba también la señora Wu.  Pero  era una mujer silenciosa que solo hablaba cuando le dirigían la palabra, y tenía mucho trabajo  con tantos  muchachos  y con el señor Wu. Tenía que alimentarlos, remendar  sus vestidos y ocuparse de ellos sin cesar .Tenia tantísimo trabajo que le quedaba muy poco tiempo  para hablar con Lan-may. Sheng, Tsan y Yung hablaban  mucho con su padre cuando volvían de la escuela y cuando, los días de vacaciones, trabajaban en el campo. Pero nadie hablaba mucho con Lan-may. Algunas veces, el señor Wu parecía darse cuenta de su presencia y le decía:
-          Ah, ¿eres tú, Lan-may?  Ve a buscar mi pipa.
O Sheng decía:
-          Lan-may, tú que no tienes nada que hacer, tráeme una taza de té.
O Tsan decía:
-          Ya que no tienes trabajo, Lan –may, podrías dar de comer al cerdo.
O Yung decía:
-         Lan-may, solo eres una niña, tienes que barrer la casa.
Lan-may hacia todas estas cosas y esperaba que alguien le hablara, pero nadie hablaba nunca con ella. Tenía un gatito negro y blanco al que quería mucho y con el  que hablaba a menudo, pero el gato solo podía ronronear y esto llegaba a resultar monótono.


(Continuará)

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