miércoles, 7 de diciembre de 2011

Carta a .....Don Benito Pérez Galdós


Querido señor Don Benito Pérez Galdós:

Soy una niña de ocho años, me llamo María y soy la menor de doce hermanos.
Después de mucho meditarlo y hablarlo con mamá, finalmente me he decidido a escribirle esta carta. Y es que, Don Benito, el motivo de mi carta no es otro si no el de pedirle disculpas por la travesura de ayer.
Se que no tengo escapatoria, desde algún rincón escondido de su casa, estoy segura que pudo ver, como cometí el pequeño intrusismo en su despacho.
Como sabe, doña Jacinta (la profe de primaria) nos llevó de visita a su residencia en la capital. Donde se siguen guardando todas sus cosas, sus muebles y libros.
Déjeme que le diga una cosa, ¡tiene usted una casa preciosa!
El patio es muy luminoso, y muy exótico, no solo adornado con las helechas que siempre hay alrededor de las abuelas, si no también, por la delgada y alta palmera que da sombra y cobijo a los pájaros que están de paso.
Otra de las cosas que me llamaron la atención, fueron sus muebles.  ¿Como se le ocurrió dibujarlos y hacerlos con sus propias manos? Usted es lo que se diría, un artista muy completo, porque no solo escribía si no que también tenía madera de artesano.
En mi visita a su casa, hay un episodio triste, oscuro, y que me cuesta mucho reconocer.
El señor guía, metió a toda la clase dentro de la habitación dónde se cocinaba, y allí nos explico la utilidad que se le daba ha aquel recipiente grande, hondo, de piedra y con un enorme agujero. 
Salí espantada de la cocina al escuchar, que era ahí donde se mataban a los cochinos, a las gallinas, descuartizaban los trozos de los cuerpos de las vacas, dejando que la sangre se escurriera por los bordes de la piedra, saliendo esta por el desagüe que estaba conectado a las tuberías de la casa.
Corrí despavorida, en busca de cobijo y me escondí en la parte más bonita de la casa, su despacho.
A lo primero que le eche un vistazo fue, a esa rana grande, de boca grande y de grandes patas, que sujetaba la puerta con el apoyo de las ancas traseras. Lo segundo que mire sin parpadear fue su escritorio, donde expuestos estaban sus manuscritos, plumas,
Viejos libros, hasta un bote de tinta china se sigue manteniendo intacto.
Pero sin duda alguna, lo que no perdí de vista fue a unas monturas, que hasta rotas estaban.
¡Quiero que sepa que no las rompí yo!, eso sí, tocarlas si que las toques, no pude evitarlo.
La culpa no fue mía. Tenía unas voces en el interior de mi cabeza que me provocaban y susurraban con voz profunda de ultratumba…

Cruza el cordón rojo, cruza el cordón rojo, ¡vamos niña ¡ cruza el cordón rojo…

Como me resulto tan fácil llegar hasta su mesa y no vi que nadie pusiera ningún impedimento, me decidí y levante uno de los extremos de la dichosa trencilla rojo.
Pase mi dedo pequeño y regordete por el borde de las lentes ya rumbrientas, y de un color dorado muy desgastada ya por el paso del tiempo.  Habían más lentes en aquella habitación, en otros colores y de otro material, pero a mi me gustaban aquellas, no solo por que las tuviera más a mano, si no porque parecían que fueron las más usadas, las que pasaron más tiempo sobre su nariz.
Las demás estaban bajo vitrina, por lo que ni lo intente, además supondría un mayor castigo si me llegan a pillar haciendo eso, que ya se que esta mal.

Lamento mucho haberlo hecho. Si le molestó le pido perdón, pero también quiero que sepa una cosa… ¡Me siento como la heroína de la clase! Lo hice pensando que quizás, se me contagiaría algo de su saber hacer literatura, y a lo mejor algún día yo también sería conocida en todo el mundo por mis cuentos, novelas, y hasta por los episodios insulares.
Le prometo que no volverá a ocurrir. ¿Y sabe otra cosa? Creo que voy a cambiarme el nombre, a partir de este momento tengo un seudónimo, cuando sea mayor y empiecen a publicar mis obras, me haré llamar Marianela, en compensación por los daños causados.
Espero que con esta carta quede resulta esta pequeño entuerto.
No le hago perder más su tiempo Señor Galdós.  Me gustaría que le remitiera a su familia de mi parte saludos cordiales, y para usted un fuerte abrazo y muchos besos.

Posdata: de colega a colega… ¿A que para ser tan pequeña no escribo nada mal?



Maria Del Mar Santana Benítez

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