sábado, 14 de abril de 2012

Un refugio aparte


Lo tengo en mi cabeza. Es donde único puede estar.
Un lugar apartado donde el vecino más cercano esté tan lejos, que sea incapaz de reconocerlo ni aunque lo tuviera delante de mis ojos. No saber quienes son, me haría feliz.
Entrar y salir según antojo. Vivir envuelta en murallas, sin tener que ser dolorosas. Me gusta el cerco de la casa.
No tengo horario, solo el que me pide el cuerpo para los paseos.
Quiero alimentarme del espacio que habito, cómo lo habito y con quién lo haga. Un refugio propio e inviolable.
Soy un número. Nací sola y sola quiero seguir. ¿Es tan malo tener ese deseo? Yo creo que es lo más recomendable.
Detalles pequeños, que solo yo puedo entender.
Me distraigo paseando por las callejuelas de los barrios silenciosos. Mi imaginación se dispara y consigue que me instale en sus viejas viviendas. Viviendas que ya nadie quiere restaurar. Abandonadas por otras más jóvenes, que dan servicios que éstas, ya no son capaces de cubrir.
Quiero una casa en el campo. En un barrio antiguo. Convertir un alpendre de vacas en una biblioteca. Un granero en un salón de estar. Una vieja guardilla en mi habitación. Patios con techos de parras en estancias de verano. Un callejón de entrada pero sin salida a la vivienda.

Quiero vivir lejos de todo, para que todo, no me llegue.



Marión Décimas

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