El dragón mágico y otros relatos de Pearl S. Buck
(Parte I)
Habia una vez una niña llamada Lan-may que vivía en China. Era la única niña de aquella familia china y tenía tres hermanos. Acababa de cumplir ocho años y era la más pequeña. Sus hermanos se llamaban Sheng, Tsan y Yung. Yung tenía nueve años, Tsan diez y Sheng trece.
Vivian todos juntos en una casa de ladrillo con el techo de tejas, y la casa estaba en un valle verde muy hermoso, cerca del gran río Yangtsé. El padre era granjero y sus campos descendían hasta la orilla del ríos y, de modo que era también pescador. Se llamaba señor Wu. Como no le quedaba tiempo para pescar, porque tenía que ocuparse de la granja, había tendido una gran red de cuatro puntas y la había colgado de una larga vara de bambú. Cuando tenía un momento libre corría al borde del agua y tiraba de una cuerda, que hacia subir la red. Si había peces, bullían en el fondo de la red. Entonces los cogían con una red pequeña de mango largo. Si no había peces, el que había tirado de la cuerda la soltaba, y la red se sumergía de nuevo en las aguas amarillas del rio.
Desde luego estaba también la señora Wu. Pero era una mujer silenciosa que solo hablaba cuando le dirigían la palabra, y tenía mucho trabajo con tantos muchachos y con el señor Wu. Tenía que alimentarlos, remendar sus vestidos y ocuparse de ellos sin cesar .Tenia tantísimo trabajo que le quedaba muy poco tiempo para hablar con Lan-may. Sheng, Tsan y Yung hablaban mucho con su padre cuando volvían de la escuela y cuando, los días de vacaciones, trabajaban en el campo. Pero nadie hablaba mucho con Lan-may. Algunas veces, el señor Wu parecía darse cuenta de su presencia y le decía:
- Ah, ¿eres tú, Lan-may? Ve a buscar mi pipa.
O Sheng decía:
- Lan-may, tú que no tienes nada que hacer, tráeme una taza de té.
O Sheng decía:
- Lan-may, tú que no tienes nada que hacer, tráeme una taza de té.
O Tsan decía:
- Ya que no tienes trabajo, Lan –may, podrías dar de comer al cerdo.
- Ya que no tienes trabajo, Lan –may, podrías dar de comer al cerdo.
O Yung decía:
- Lan-may, solo eres una niña, tienes que barrer la casa.
- Lan-may, solo eres una niña, tienes que barrer la casa.
Lan-may hacia todas estas cosas y esperaba que alguien le hablara, pero nadie hablaba nunca con ella. Tenía un gatito negro y blanco al que quería mucho y con el que hablaba a menudo, pero el gato solo podía ronronear y esto llegaba a resultar monótono.
(Continuará)
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