Crónica libro “Palmira” de Alberto Vázquez Figueroa
De Alberto Vázquez Figueroa, solo había leído “Africa llora”.
Yo no tenía conocimiento del resto de su bibliografía. Sí sabía que era extensa y poco más.
Como regalo caído del cielo, en el mes de agosto me hicieron una oferta que ni loca podía rechazar.
-Me haces un favor si te los llevas. Aquí ya no cabe nadie más
Como madre adoptiva y responsable que me hice sentir en ese momento, me los llevé a casa, les quité el polvo, enderecé las puntas de las hojas que seguramente, marcaban el paso de la lectura de dueños anteriores.
Además de darles buen trato, un achuchón antes de dormir, y todo lo bueno que se le puede ofrecer a un libro en el desconcierto del abandono, pensé que tampoco sería tan grave darles un breve bautizo con mi propio nombre.
-¡OJO! Este libro pertenece a: Fulanita de tal
Con residencia en la calle: Menganito sin número
Nº de Telf. En caso de pérdida: ********
Me dieron cinco. No organicé ni plané cuál sería el primero, como ya tenía la referencia de “África llora” estaba convencida de que cualquiera de ellos resultarían una buena lectura.
Saqué a Palmira del estante, y una noche en la que había liquidado una lectura, me concentré en aquellas líneas todavía vírgenes para mí.
Me costó entrar en las primeras páginas. No terminaba de agarrarle el punto. Una vez entendí la charla de Andrea con su amigo el escritor, no hubo nada ni nadie que pudiera separarme de Palmira, su compleja forma de enfrentarse a los problemas, y al código secreto que nació entre ella, y su nueva amiga programada.
Hay un par de frases que me gustaría desatracar:
1º) Alguien dijo una vez que escribir es como masturbarse. Hay que hacerlo a sola, porque únicamente a solas tienes valor para expresar sin rubor lo que sientes.
2º) A las ideas, como a las mujeres, hay que atraparlas en su momento o te abandonan para siempre.
En la trasera del libro reza lo siguiente:
Alberto Vázquez Figueroa, posee un inapreciable caudal de vivencias y es un buen conocedor del mundo y de las gentes.
Y es que esa es la sensación que tuve cuando lo leo. Él también forma parte de la aventura que narra.
En cambio, cuándo leí “África llora” soy yo la que está con los niños en la canoa.
En cualquiera de sus casos, son lecturas bien acogidas en mí casa.
María del Mar Benítez
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